La inteligencia es la capacidad de adaptarse a los cambios
Stephen Hawking
Hablemos hoy de «diversidad funcional», término de nuevo cuño, que pretende instaurar un lenguaje más inclusivo con las personas con discapacidad física.
Todo evoluciona. El lenguaje también.
Desde que el ser humano empezó a caminar erguido, ha evolucionado. Anteriormente, nuestros ancestros, se dedicaban a buscar alimento, sin más. De eso hace 1,8 millones de años. Casi nada.
Primero fue el fuego, hace 1,6 millones de años. Este gran descubrimiento nos permitió, como especie, cambiar nuestros hábitos de comida al permitirnos cocinar. El descubrimiento más importante de la historia, sin duda.
Un millón de años después, las sociedades eran complejas. Tenían sistemas sociales, económicos, religiosos,… Pero faltaba algo: LA RUEDA. ¿Quién se imagina la vida sin ruedas? Esa es su enorme importancia. Se inventó hace unos 7500 años, se cree que en la antigua Mesopotamia.
En el siglo XVII, a finales, Thomas Alva Edison inventó la luz eléctrica. Se dió paso de la era del fuego a la era eléctrica, impulsándonos con ello hasta nuestros días. Todo lo que nos rodea es visible gracias a la luz eléctrica, cuando La Oscuridad gana la batalla al Sol.
Durante todas estas épocas de evolución, hemos creado lenguajes e idiomas. Y signos para hacerlos visibles, como la escritura. Y mientras tanto, las sociedades han creado y utilizado palabras para designarlo todo. No siempre de la manera más adecuada ni con los términos más correctos. El mundo de la discapacidad es consciente de ello como el que más. Se han utilizado términos como inválido, minusválido o discapacitado para hablar de personas con capacidades diferentes, que no sin ninguna capacidad o con las capacidades mermadas.
El mundo moderno requiere un cambio en el lenguaje y por eso aparecen términos como «diversidad funcional»
Dejar de utilizar palabras con sentido negativo o peyorativo para hablar de las personas con discapacidad es un imperativo. Nos enriquecerá como sociedad, nos hará mejores.
Puede ser que a alguien no le parezca bien, siempre habrá gente reacia a los cambios. Pero aquellos que no somos unos trogloditas o unos disfuncionales intelectuales tenemos la obligación moral y social de cambiar las cosas.
Por eso, cada vez que a partir de hoy veas a una persona en silla de ruedas, con andador o que camine con dificultad, di para tus adentros que no es una persona inválida, minusválida o discapacitada, que puede ser que sea una persona con capacidades diferentes, una persona con diversidad funcional.
¿Por qué este cambio? ¿Por qué ahora?
El porqué está claro, porque vivimos en una sociedad más igualitaria. Debemos tratar a todos por igual y el lenguaje es un mecanismo fundamental para ello.
La segunda pregunta tiene una respuesta igualmente sencilla, porque en algún momento habrá que empezar. Evolucionamos, ¿lo recuerdas?.
De inválido a minusválido
Durante todo el siglo pasado, escuchar hablar sobre el colectivo de personas con discapacidad física, intelectual o sensorial daba ganas de liarse a pegar con la guía telefónica a más de uno.
En el diccionario de la RAE, aparece aún hoy en día, el término inválido. En su segunda acepción dice lo siguiente:
Dicho de una persona: Que adolece de un defecto físico o mental, ya sea congénito, ya adquirido, que le impide o dificulta alguna de sus actividades.
Esto se contradice con la primera acepción de dicho término, que es la siguiente:
Que no tiene fuerza ni vigor
Pero claro, es la RAE, cómo se nos ocurre llevarle la contraria. Pues no, señores de la Academia, una persona con sus capacidades mermadas, ya sean físicas, psicológicas o sensoriales, no carece de fuerza ni de vigor. Ojalá algún día dicha acepción desaparezca.
Pero entonces, utilizamos la palabra minusválido, ¿no?
Tampoco. Las personas con diversidad funcional, con diversidad sensorial o diversidad intelectual NO SON MENOS VÁLIDOS QUE NADIE.
De minusválido a discapacitado
Si lo vemos desde el punto de vista de «valer menos», todos valemos menos que otros. Yo valgo menos que un ingeniero o un arquitecto, porque sé de su profesión menos que ellos, De hecho, no tengo ni pajolera idea. Tampoco ellos tienen, la mayoría, ni idea de la mía. Así que todos somos minusválidos, ¿no? Eso si, son unos auténticos «cracks» diseñando ayudas técnicas para las personas con discapacidad. Aquí lo puedes ver.
Utilicemos, entonces, «discapacitado». Eso está bien, ¿no?.
Pues tampoco.
De discapacitado a persona con diversidad funcional
Volvamos de nuevo a nuestros amigos de la RAE, a ver qué dicen sobre el palabro en cuestión.
Que posee una discapacidad.
Tras esta escueta definición, nos remite a «discapacitar», donde nos dice: «dicho de una enfermedad o un accidente. Dejar a alguien discapacitado.
No se rompieron mucho la cabeza, no. Podrían haberse esforzado un poquito más y haber buscado la raíz etimológica de la palabra y habrían encontrado que proviene:
- del latín dis- que denota negación, o contrariedad o separación.
- del griego dys- que indica falta o dificultad
Una persona puede ser discapacitada, sí, pero, ¿para qué? ¿Desde qué visión? La palabra no dice nada sobre en qué ámbito de su vida está falta o tiene dificultad, No es nada clara.
¿Con qué nos quedamos entonces?
Persona con diversidad funcional, sensorial o intelectual
Sí, amigos, personas diversas, personas con diversidad funcional, personas con diversidad sensorial y personas con diversidad intelectual. No cuesta demasiado, ¿verdad?
Pero, ¿por qué?
Algo diverso, ya sean personas, cosas o animales, es algo de distinta naturaleza, especie, número, forma, etc. No lo digo yo, lo dicen nuestros conocidos amigos ya mencionados varias veces en este artículo.
Las personas con diversidades, ya sean de carácter físico, intelectual o sensorial son de diferente naturaleza, de nuestra misma especie y con la misma forma que el resto. Pero su naturaleza es diferente, porque están acostumbrados a tener que aguantar que personas sin ningún tipo de respeto por ellos los nombren de manera despectiva, utilizando términos que están ya caducos, obsoletos y fuera de lo que una sociedad moderna reclama.
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